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jueves, 16 de septiembre de 2010
Rooney, el niño malo de Inglaterra
Siempre es difícil meterse en la mente de otra persona, pero para empezar a entender tan siquiera remotamente a Wayne Rooney es imprescindible conocer Croxteth, el barrio de Liverpool donde nació el 24 de octubre de 1985 (está a punto de cumplir 25 años), uno de los más deprimidos y con mayor índice de delincuencia de toda Gran Bretaña, fruto del desarrollo de la ciudad con la revolución industrial, y donde se instalaron miles de emigrantes irlandeses que fueron a trabajar a los astilleros y almacenes del puerto y a las fábricas textiles, entre ellos los antepasados del delantero del United. Allí empezó a dar patadas al balón, en los callejones que separaban –y todavía separan- las partes traseras de las modestas casitas adosadas victorianas de ladrillo rojo, o las más modernas de rugoso hormigón gris, utilizando un par de cubos de basura como porterías, regateando entre una colada de sábanas y ropa interior colgada de las cuerdas en la esperanza –con frecuencia vana- de que saliera el sol para secarlas, y llevándose alguna que otra tunda por romper un cristal en el lanzamiento de un penalti con la misma rabia que sigue teniendo ahora de mayor.
Gamberrismo y prostitutas
Rooney fue junto con sus dos hermanos más pequeños al colegio católico de La Salle (su padre insistió en ello), pero no fue un alumno aprovechado, y pasaba más tiempo jugando al fútbol que hincando los codos. Es un prototipo del lado oscuro de Inglaterra, de los millones de pequeños ‘hooligans’ con una educación deficiente que buscan su identidad a través del gamberrismo, las borracheras y la agresividad. Él tuvo la buena fortuna de poder canalizarla a través de la pelota, y hacerse de paso millonario y famoso. Algunos de sus amigos y compañeros de entonces han acabado en la cárcel.
Pero si se quiere dar un paso más allá en el conocimiento de quien muchos consideran el mejor futbolista inglés –y desde luego el más cotizado en el mercado internacional, se dice que a Florentino Pérez le encantaría vestirlo de blanco-, conviene ver el tatuaje que lleva con la inscripción ‘Just enough education to perform’ (el título de una canción de ‘The Stereophonics’, su grupo favorito, y que podría traducirse como ‘educación, sólo la justa para actuar’), una proclamación del orgullo de ser un ‘paleto’ que dice bastante del personaje, y explica muchos de los líos en los que se ha metido. Como por ejemplo su afición a las prostitutas.
Era sabido que antes de casarse con su mujer Coleen –novieta desde el colegio, millonaria gracias al patrocinio de una línea de ropa económica- y cuando todavía era un crío, frecuentaba un local de dudosa reputación y pagaba 60 euros a una abuela (literalmente) de 45 años a cambio de sus favores, un pecado por el que fue perdonado. Pero hace unos días los periódicos británicos han revelado que el año pasado, siendo ya un hombre hecho y derecho, y cuando su esposa estaba embarazada, contrató por lo menos cinco veces a una prostituta de alto standing, de muy buen ver y cuya tarifa era también acorde a sus prestaciones (1.500 euros). Calderilla para Wayne, que percibe seis millones de euros anuales del United, más otro tanto en concepto de patrocinios y la publicación de biografías de las que por supuesto él no escribe ni una palabra.
¿Modelo de conducta? Más bien no
Rooney es un gran futbolista, pero no un modelo de conducta para los chavales como puedan serlo Messi, Xavi o Iniesta. La moral puritana no es lo suyo. Su papel tanto en la vida como en el terreno de juego es el de niño malo, y de ahí que su afición a pagar por las prestaciones sexuales no haya tenido mayores consecuencias, y las firmas de ropa deportiva o refrescos que utilizan su imagen para anunciarse hayan preferido mirar hacia otro lado. También lo ha hecho el seleccionador nacional Fabio Capello, que después del fiasco de Sudáfrica ya ha revolucionado bastante el equipo dejando fuera a Terry, Lampard y demás, y no tiene mimbres como para sacar del cesto a su mejor goleador. La apuesta le salió bien en Basilea, donde en partido clasificatorio de la Eurocopa Inglaterra derrotó por 1-3 a la misma Suiza que le ganó a España en el Mundial, y el delantero marcó su primer tanto con la zamarra inglesa en más de un año, poniendo así fin a una sequía preocupante. Lo que dijeran los periódicos o pensara su mujer le trajo sin cuidado a la hora de actuar, jugando su mejor partido en mucho tiempo. Del otro lado del televisor, sir Alex Ferguson respiró de alivio mirando a sus propios intereses.
Rooney bueno, Rooney malo
El Wayne Rooney bueno es el que lleva marcados 26 goles con Inglaterra y 132 con el Manchester United, además de los 17 que metió con el Everton en sus dos primeros años en la Premier League, donde debutó a la tierna edad de 16 años, el que ha sido nombrado por compañeros y periodistas el mejor jugador de Inglaterra, el que ya ha sido internacional 69 veces, el que ha ganado tres ligas y una Champions League.
El Wayne Rooney malo es el que no controla ese carácter airado que desarrolló de niño en Croxteth, el que se hace expulsar absurdamente por el árbitro uruguayo Horacio Elizondo en un partido de la Copa del Mundo de 2006 contra Portugal, picando el anzuelo que le tiende el que entonces era su compañero de club, el portugués Cristiano Ronaldo, buen conocedor de sus puntos débiles, el que con frecuencia pierde los papeles y colecciona tarjetas de todos los colores. Y el Wayne Rooney peor todavía es el que deja en su fabulosa mansión de Cheshire a su mujer y a su hijo de un año de edad para irse de putas.
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